diumenge, 2 de gener del 2011

Ahora entiendo a todos los amigos que pasaron por esto antes que yo aunque todavía no sé lo que se siente cuando te deja la mujer de tus sueños, pero estamos cerca del abandono personal.

Igual que los historiadores distinguen entre historia e historia moderna, yo distingo entre mi vida y mi vida moderna. Mi vida moderna es todo aquello que pertenece a un pasado relativamente fresco y que puedo recordar con soltura, y abarcaría casi cualquier jornada de los últimos dieciséis años en la que haya permanecido sobrio.

“Por la tarde me dijo la mujer de mis sueños que agua pasada no mueve molino, que no por mucho madrugar amanece más temprano y que buscara otro buen árbol al que arrimarme”. Pasé la noche mirando el techo, sólo abandonando esta estresante actividad para, de tanto en tanto, darme una vuelta entre las sábanas y sollozar un rato. Supongo que uno se puede sentir peor, pero me resulta difícil imaginarme cómo.

Ahora lo comprendo todo: la presión en el pecho que te impide respirar, esa sensación de que el mundo en el que vivías hasta hace apenas 24 horas ha dejado de existir y de repente te encuentras en un lugar completamente ajeno, el estruendo de tu vida al hacerse añicos, las ganas de nada...

El dolor es terrible. No te duelen las manos, ni los brazos, tampoco las piernas... Te duele todo lo demás.

Ahora comprendo la mirada de odio en los ojos de una amiga cuando, una semana después de haberle dejado el “novio” yo le decía "¿Y esa mala cara? No me jodas que todavía estás con eso...".

Lo recuerdo como si fuera ayer. Puede resultar gracioso incluso cuando nada en los más insondables pozos de mierda. Ese es su don, pero esa es otra historia.

Jamás pensé que fuera a escribir algo tan personal para ser leído por los ojos de "tanta" gente, pero poner mis penas por escrito y colgarlas en mi mundo y que luego me animen a seguir siempre me ha ayudado. La única alternativa que se me ocurre es encerrarme en un coche y tragar los gases del aire condicionado hasta perder el conocimiento, pero ni siquiera tengo coche!

Lo que más me preocupa, aparte de lo evidente, es que no siento ningún tipo de odio. Debería odiarla con todas mis fuerzas, debería querer quemar sus fotos y estrellar sus regalos contra la pared, pero no puedo. No puedo odiarla, no puedo echarle nada en cara. Y me preocupa. En las películas el protagonista siempre se coge un cabreo de tres pares de cojones y termina tirando la tele por la ventana.

El siguiente paso lógico ante la imposibilidad de cargar contra el origen de mi despecho sería odiarme a mí mismo, pero tampoco lo consigo. Debo de haber evolucionado mucho en los últimos años, porque soy incapaz de maldecirme por nada de lo que hice en el transcurso de estos dieciséis años y que ahora pueda haber terminado con esta historia. Supongo que es debido a que fui yo quien en su momento tomó ciertas decisiones y quien asumió los posibles riesgos derivados de las mismas.

Jugué con fuego y siempre fui consciente de que me podía quemar. Ahora sólo puedo cerrar la boca y “lamerme” las heridas.

Todavía no sé lo que he perdido; ando entre los escombros incendiados mirando los restos y viendo lo que ha quedado en pie.

Para mí ella era como las gafas que me pongo en las revisiones de la vista en la óptica. Te ponen un nuevo cristal en la montura y te preguntan: ¿Y ahora? ¿Mejor o peor?

Con ella todo era mejor. Ella era la lente que, cuando se ponía entre mí y la realidad, me permitía ver la belleza del mundo que mis ojos eran incapaces de diferenciar. Objetos anodinos, acontecimientos rutinarios... todo se definía cuando ella los señalaba con el dedo. No importa lo que se me cruzara en la vida; ella lo miraba, me decía que era digno de admiración y yo me lo creía.

Un pobre idiota, quizá, pero feliz.

“Ayer me encontraba de camino a todas partes y hoy estoy en mitad de la nada.”

Sin embargo estoy casi seguro de que no lo he perdido todo, de que soy capaz de apreciar al menos una parte de la belleza que me rodea. De su mano he subido escalones y he visto cosas que han cambiado mi vida. Ni estoy en el mismo lugar en el que comencé ni puedo volver a ver solamente las miserias del mundo. Junto a ella he estado en lugares fantásticos y he visto cosas que los demás sólo podían soñar, y no puedo ahora conformarme con el gris asfalto de lo cotidiano. Ella me sacó del equilibrio de la mediocridad y ahora me deslizo alegremente por la vida, aunque sólo sea por la inercia de ese primer impulso que ella me dio. Un necio sería si, cegado por el odio o la ira, no fuera capaz de aprovechar el movimiento.

“Tengo que seguir creyendo. Antes parecía tan fácil...”

Atrás quedan fotos que debería querer quemar y no quiero, pequeños detalles suyos aquí y allá, su aroma entre las sábanas, el eco de sus risas en la habitación…


Creo que me sentaré a mirarla, a reflexionar sobre cómo podré seguir encontrando las flores entre el estiércol ahora que estoy solo, y cómo haré para seguir creyendo. Intentaré recordar todo lo que aprendí mientras contemplo la puesta de sol sobre una piedra del espigón. Es un trabajo ingente, pero me lo debo.

“Luego, lloraré un poco más.”



"...tiré toda mi vida a la basura, y ni las ratas se la comieron."

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada